El jueves pasado cumplí 34 y, en lugar de la típica crisis existencial, me agarró como un rapto de claridad. Una necesidad de poner en orden lo aprendido, no como verdades absolutas, sino como notas al pie de mi propio camino.
Dicen que con cada año una cambia, pero yo siento que a veces en un solo año se viven diez vidas. Así que me senté a hacer una lista, un inventario honesto de las cosas, grandes y pequeñas, que siento que por fin voy entendiendo.
Acá les comparto 33 de ellas, sin orden de importancia, así como salieron de adentro.
33 cosas que aprendí antes de los 34
La perfección no existe. Peor aún: es una trampa que te paraliza. Los mejores descubrimientos, las ideas más genuinas, pasan en el hacer, en el caos de la experimentación, no en la planificación perfecta.
"Ser ansiosa me hace más productiva" es un cuento que me conté durante mucho tiempo, y casi me creí. La verdad es que la ansiedad sostenida no te hace más productiva, te lleva directo al burn out y a procrastinar más que nunca.
Mi ansiedad no se va a ir a ningún lado. Ahora la veo más como una compañera de ruta un poco intensa que me alerta sobre miedos y preocupaciones que tengo que atender, en lugar de una enemiga a la que hay que silenciar.
Ser multipotencial no es un defecto, es mi mayor superpoder. Donde antes veía falta de compromiso, hoy veo una capacidad infinita para conectar ideas y potenciar mi creatividad.
Mi cuerpo es el oráculo más sabio que tengo. Si se apaga, si me pide dormir, si se siente pesado, es porque estoy intentando forzarlo a hacer algo que no quiere. Cuando algo me entusiasma de verdad, la energía aparece sola.
Respetar mis ciclos circadianos no es un lujo, es una estrategia de supervivencia creativa. Aprendí a crear desde la energía que tengo, no desde la que "debería" tener.
A los 25 quería encajar en todas las cajas posibles. Hoy prefiero mostrar el escritorio desordenado en un video, porque así es mi vida casi siempre. La autenticidad es más magnética que la perfección.
Perdonarme por las "malas decisiones" fue liberador. Hoy sé que muchas de esas decisiones no eran malas en sí, simplemente no eran mías. Eran intentos de vivir una vida que no me correspondía.
A veces, el camino que parece más seguro es la trampa más grande. Soltar lo que ya no es para vos, aunque te dé pánico, es un acto de amor propio radical.
El aburrimiento es sagrado. Necesito aburrirme. En esos momentos de no hacer nada, de mirar por la ventana, es donde aparecen las ideas más brillantes.
Mi relación con el dinero está íntimamente ligada a mi ansiedad. Si estoy ansiosa, gasto más buscando esa gratificación inmediata que nunca llega. Ser consciente de eso ya es la mitad de la batalla.
No voy a tener una jubilación tradicional. Cada peso que invierto hoy es un favor que le hago a la Mercedes del futuro. A veces, ese café que no me tomo ahora es el regalo más grande que me puedo dar más adelante.
Me hubiera encantado que alguien me explicara qué carajo es el interés compuesto a los 20 años.
Y que me dijera que invirtiera en bitcoins, claro.
El compromiso con un proyecto deja de ser una lucha cuando estás alineada con vos misma. La disciplina forzada no es necesaria cuando tu vida se siente liviana y con propósito.
Si el compromiso con vos misma está firme, el compromiso con tus proyectos llega solo.
Hacer una sola cosa a la vez es revolucionario.
Invertir en herramientas que me dan paz y me aligeran la carga mental no es un gasto, es una inversión en mi salud.
Mi mayor inspiración viene de ver a otras mujeres triunfar, avanzar con valentía, crear con amor y ser brutalmente honestas sobre sus procesos.
No hay nada que el amor verdadero no pueda aguantar. Pero para recibirlo, primero tenés que estar abierta y dispuesta.
Y sí, el amor puede aparecer en los lugares y en los momentos que jamás te imaginaste. Aunque suene cliché.
Estar enamorada es increíble. Punto.
Hay que aprender a dejar ir a las personas que no son para vos. No todas las amistades están destinadas a durar para siempre, y está bien.
Si un vínculo se siente difícil, pesado y forzado, despedirlo con amor es el mayor acto de cuidado para ambas partes.
Poner límites no es egoísta, es lo que me mantiene cuerda. Literalmente.
Estar sola es maravilloso. Eso es todo lo que tengo para decir sobre eso.
Mostrarme vulnerable me enseñó que, del otro lado, hay muchísimas personas que se sienten exactamente igual. Y que no tenemos por qué pasar por esos momentos solas.
Mi rutina de skincare no es vanidad, es un acto diario de cuidado, un recordatorio de que merezco mi propia atención.
Dejé de negociar con mi felicidad en el trabajo. Si un trabajo no me hace feliz, busco la forma de dejarlo ir, confiando en que algo mejor vendrá si trabajo para que ocurra.
Para mí, la felicidad es paz. Es la tranquilidad de un día a día sin sobresaltos innecesarios. Es sostenible.
Es mucho mejor avanzar un 1% cada día que intentar correr una maratón en una semana y terminar exhausta.
Las clases de yoga personalizadas a domicilio son el mejor invento del universo.
Un cafecito a la mañana y otro a la tarde son rituales no negociables que me salvan la vida.
Esta lista no es un manual de nada, es apenas una foto borrosa de mi proceso. Incompleta, imperfecta y seguramente va a cambiar mañana mismo. Pero es honesta. Y hoy, a punto de cumplir 34, eso me parece lo más valioso de todo.
Gracias por leer un pedacito de mi camino.
Con mucho cariño,
Mer ♡