No sé ustedes, pero a mí a veces me agarra como una especie de vértigo cuando miro alrededor, sobre todo en este mundo de redes sociales donde todo parece suceder súper hiper rápido. Ves lanzamientos espectaculares, negocios que "explotan" de un día para el otro, gente muy muy joven que parece tenerla clarísima y alcanzar metas increíbles teniendo una vida perfecta. Y es inevitable, por más que una intente no hacerlo, que una partecita de tu cerebro empiece a comparar, a preguntarse: "¿Qué estoy haciendo mal? ¿Por qué a mí me cuesta tanto? ¿Será que no tengo lo que hay que tener y que, obviamente, yo no tengo?".
Esa sensación de que a los demás las cosas les fluyen con una facilidad y una rapidez casi insultantes, mientras yo la remo en dulce de leche repostero, es agotadora. Y creo que es, en gran parte, una ilusión muy bien construida, un espejismo que nos vende esta cultura de la inmediatez y del resultado visible por encima de todo lo demás.
Hoy quiero que hablemos de eso. Del backstage. De todo ese trabajo invisible, de esos años de siembra silenciosa, de esos porrazos y aprendizajes que hay detrás de cualquier cosa que parezca un "éxito de la noche a la mañana". Porque les aseguro, casi no existen.
La trampa del "parece fácil" (y el peso de lo que no se ve)
Es tan fácil caer en la trampa. Vemos la punta del iceberg: la foto del logro, el testimonio del éxito, el producto terminado y reluciente. Y nuestra mente, automáticamente, tiende a llenar los vacíos con una narrativa de facilidad, de talento innato, de suerte cósmica. Rara vez nos paramos a pensar en las horas incontables de laburo, en las noches sin dormir, en las dudas paralizantes, en los "no" que hubo que decir, en las puertas que se cerraron, en los errores que dolieron pero enseñaron, en la terquedad de seguir intentando cuando todo parecía indicar que era mejor abandonar.
Yo misma me he encontrado en los dos lados de ese mostrador. He admirado (y envidiado, no les voy a mentir) a gente que parecía lograrlo todo con una gracia natural, como si hubieran nacido con un manual de instrucciones para el éxito que a mí se me perdió en el camino. Y también, muy de vez en cuando, he estado del otro lado, cuando alguien me dice "¡Qué bueno lo que lograste con [X cosa], qué rápido te salió!". Y por dentro pienso: "Si supieras... Si supieras todas las vueltas, todo el miedo, todo el tiempo que me llevó llegar hasta acá, hasta este pequeño pasito que hoy ves como 'rápido'".
Pienso, por ejemplo, en este mismo espacio, "Qué Pasa Si Creo". Desde afuera, quizás alguien vea una newsletter que sale con cierta regularidad, ideas que parecen fluir. Pero detrás de cada texto hay horas de darle vueltas a un concepto, de pelearme con mis propias inseguridades, de sentir que no tengo nada nuevo para decir, de probar mil enfoques hasta que algo empieza a tomar forma. Hay años de escribir para mí misma, de formarme, de consumir contenido, de observar, de equivocarme. Hay un proceso de encontrar mi voz que sigue en construcción, día a día. No es magia, es laburo. Mucho.
Cuando el proceso es el verdadero tesoro (aunque nos cueste verlo)
Esta obsesión por la rapidez y el resultado final nos roba algo precioso: la capacidad de valorar y disfrutar el proceso. Ese camino, a menudo lento y lleno de desvíos, es donde realmente sucede la transformación, donde se forja el carácter, donde se adquiere la sabiduría que ningún curso online te puede dar en dos semanas.
Cada "fracaso" es una lección disfrazada. Cada momento de duda es una invitación a conectar más profundo con tu por qué. Cada pequeño avance, por insignificante que parezca, es un ladrillo más en la construcción de eso que estás buscando. Pero claro, en un mundo que solo aplaude la llegada a la cima, es difícil no sentirse impaciente, no querer tomar atajos, no sentir que estamos perdiendo el tiempo si los resultados no son inmediatos y espectaculares.
Y la comparación. Esa enemiga silenciosa que nos susurra al oído que nuestro ritmo es demasiado lento, que nuestro progreso es insignificante, que otros lo hacen mejor y más rápido. Nos olvidamos de que cada persona tiene su propio camino, sus propios tiempos, sus propias batallas internas. Comparar nuestro capítulo 2 con el capítulo 20 de otra persona es una receta segura para la frustración y el abandono.
Abrazar nuestros tiempos (y mandar al carajo la prisa ajena)
No sé ustedes, pero yo estoy intentando activamente (y digo intentando, porque es una lucha diaria) desenchufarme de esa presión por la inmediatez. Estoy tratando de recordarme, cada vez que me siento tentada a compararme o a sentir que voy "lenta", que cada proceso es único y válido. Que el valor no está solo en la meta, sino en cada paso que doy para llegar ahí, con todas mis contradicciones, mis miedos y mis pequeños actos de valentía.
Que si algo me está costando, quizás no es porque sea una inútil, sino porque estoy aprendiendo algo nuevo, porque estoy saliendo de mi zona de confort, porque estoy construyendo algo que de verdad me importa y eso, casi siempre, lleva tiempo y dedicación.
Y es en este aprender a valorar los procesos, a respetar nuestros ritmos y a entender que el crecimiento real muchas veces es invisible a los ojos ajenos, que también estoy gestando CRECE. Porque quiero que sea un espacio donde justamente podamos hablar de esto: de los backstages, de los miedos, de las pequeñas victorias, de cómo construir negocios que se sientan auténticos y sostenibles, sin la presión de tener que ser "exitosas" de la noche a la mañana según el manual de otro. Si esta idea de un crecimiento más consciente y acompañado te resuena, te invito a sumarte a la lista de espera, porque se viene algo lindo, cocinado a fuego lento, como las cosas que valen la pena.
Un recordatorio (para vos y para mí)
Así que si hoy te sentís abrumada por la velocidad del mundo, si sentís que tu proceso es más parecido a una maratón cuesta arriba que a un sprint en bajada, respirá hondo. No estás sola.
Recordá todo el camino que ya recorriste, todo lo que aprendiste, todo lo que superaste para estar donde estás hoy. Eso también es éxito, aunque no salga en la foto de Instagram.
Date permiso para ir a tu propio ritmo. Celebrá tus pequeños avances. Sé amable con vos misma en los momentos de estancamiento. Porque detrás de cada gran logro que admirás, te aseguro que hay una historia de esfuerzo, de perseverancia y de muchos, muchísimos "días de remo" que nadie vio.
Y eso, querida, es lo que de verdad cuenta.
Con todo mi cariño, y recordándome esto a mí misma también,
Mer ♡