Hay una energía que se te mete en el cuerpo, de esas que no sabés bien cómo explicar pero que está ahí, instalada, cuando estás cocinando algo nuevo, algo que sentís, muy en el fondo, que es más grande que vos, que te trasciende un poco. Es una cosa rarísima, porque por un lado te agarra como una especie de euforia, una ilusión que te hace vibrar el alma, de esas que te despiertan a las tres de la mañana con la cabeza a mil, llena de ideas, y andás por la vida sonriendo sola.
Pero claro, como todo en esta vida, tiene su otra cara, y esa es la del nudo en la panza, ese vértigo medio oscuro que te empieza a susurrar al oído, muy bajito pero muy insistente, todas, absolutamente todas, las razones por las que esto, esto que tanto te entusiasma, podría terminar saliendo como el culo.
Y bueno, ahí estoy yo. Justo en ese quilombo emocional. Con un proyecto entre manos que me tiene el corazón que se me sale por la boca, latiendo a un ritmo que no es normal, les juro. Un proyecto que, cuando me conecto con la parte linda, siento que tiene un potencial enorme para ayudar, para generar conexión, para ser, de alguna manera, ese espacio, ese refugio que a mí misma me hubiera vuelto loca de felicidad encontrar hace unos cuantos años atrás.
Pero, obvio, el permiso para sentir ese entusiasmo a pleno dura poco, porque enseguida, casi sin darme cuenta, aparece la otra parte. La cabeza. Esa que no para, que maquina, que analiza, que sobrepiensa, esa que es una experta en encontrarle el pelo al huevo.
El dúo dinámico: entusiasmo desbordante vs. miedo paralizante
Es increíble, pero es como si convivieran dos personajes completamente opuestos adentro mío, todo el tiempo. Uno es pura luz, te juro, es como si irradiara ganas, expansión. Ese personaje ve todo el potencial, siente la conexión con la gente, se imagina el impacto positivo que esto podría tener, y es una sensación hermosa, de verdad. Este personaje, el luminoso, quiere salir ya mismo, ahora, a los gritos si hace falta, a contarlo todo, a compartirlo con el mundo, a hacerlo realidad pero YA. Tiene una fe, una convicción casi ciega, de que esto que estoy armando es necesario, que la gente lo necesita, que va a funcionar espectacular, que va a ser algo realmente increíble.
Pero después, claro, está el otro… El de siempre. Vamos a seguir llamándole "Antonieta", porque ya se las presenté alguna vez y el nombre le queda pintado, mi voz interna que es, con todas las letras, bastante hija de puta. Acá les dejo la carta que le escribí hace tiempo por si tienen ganas de leerla también.
Una carta abierta a la voz en mi cabeza
Me recomendaron que te nombrara. Sólo eso. Que te ponga un nombre diferente al mío. El objetivo parece obvio y sencillo: darte una identidad me permite separarte de mi. Decirte que no sos parte de Mercedes, sos otra cosa.
Antonieta es la campeona mundial del "pero y si...". "¿Pero y si al final a nadie le importa un carajo lo que hacés?", "¿Pero y si resulta que no estás ni cerca de estar a la altura de las circunstancias?", "¿Pero y si esto es demasiado grande para vos, si te queda enorme y te ahogás en el intento?", "¿Pero y si te exponés al pedo y no funciona y entonces qué, eh? ¿Qué vas a hacer?". Ella, Antonieta, se alimenta del miedo más profundo, del recuerdo vívido de cada uno de mis "fracasos" anteriores, de cada portazo en la cara, de cada expectativa que se hizo humo. Y tiene una habilidad sobrenatural para sonar increíblemente lógica y convincente, sobre todo, cuándo no, en los momentos en que me siento más vulnerable, más frágil.
Es que crear algo que sentís que te excede, que no es solamente "un productito más" para vender y listo, sino algo que tiene una intención mucho más profunda, mucho más conectada con lo que sos, te pone en un lugar de exposición que es brutal, no hay otra palabra. Porque ya no se trata nada más de si sos buena técnicamente o si sabés gestionar un proyecto. No. Se trata de tu corazón, de tus valores más íntimos, de tu manera de ver el mundo. Y poner todo eso ahí afuera, crudo, sin filtros, a merced de la mirada y el juicio ajeno, da un cagazo, pero un cagazo de esos que te congelan la sangre y te dejan las patas temblando.
Las voces del ego y el síndrome de "a nadie le importa"
Y acá, en este berenjenal emocional, es donde el ego, ese maestro del disfraz, entra en juego con toda su artillería. Porque a veces, si me pongo a escarbar un poco, me doy cuenta de que ese miedo atroz no es tanto al fracaso del proyecto en sí, sino a lo que ese supuesto "fracaso" terminaría diciendo de mí.
"¿Vieron? Al final no era tan buena como parecía", "Tanto lío para esto, al final no pudo con nada".
El ego, en su infinita necesidad de protegerse, quiere certezas, quiere tener el control, quiere garantías de éxito firmadas y selladas antes de animarse a dar el más mínimo primer paso. Y como en esto de crear, de emprender, de jugársela por algo nuevo, no hay garantías de absolutamente nada, el ego se resiste. Se atrinchera. Boicotea como puede.
Entonces, aparecen esas voces en mi cabeza, esos pensamientos recurrentes que se sienten tan, pero tan reales, que es difícil no creerles:
"Nadie se va a unir a esto que estás armando", "Esto que querés hacer ya existe, hay mil cosas parecidas", "No tenés nada verdaderamente nuevo ni original para ofrecer", "La gente se va a terminar cansando de vos, de tu discurso, de todo".
Y una parte mía, la que está más cansada, la que lleva más cicatrices, la más herida por batallas pasadas, a veces, muy a mi pesar, le cree. Y me encuentro ahí, paralizada, dudando de cada mínima decisión que tomo, postergando lo importante, buscando excusas ridículas para no avanzar. Es un desgaste, un agotamiento mental y emocional que es tremendo.
Y me he dado cuenta, con el tiempo, de que cuanto más me importa algo de verdad, cuanto más siento que es "lo mío", que tiene mi esencia, más fuertes y persistentes se vuelven estas voces. Es como si el universo, o la vida, o yo qué sé quién, me estuviera poniendo a prueba constantemente: "¿De verdad, de verdad querés esto? Bueno, demostramelo entonces. Bancate este temblor interno, esta incertidumbre, y seguí adelante".
Volver al por qué (y un pequeño spoiler de lo que se viene)
En estos días que son una verdadera montaña rusa emocional, con subidas de euforia y bajadas de pánico, lo único, pero lo único que de verdad me ancla un poco, es volver una y otra vez al "por qué" profundo, a la raíz de esto que estoy armando con tanto esfuerzo y tanto amor. Y no me refiero al por qué del ego, ese que busca ser exitosa, o reconocida, o aplaudida. No. Me refiero al por qué del alma, ese que es más silencioso pero mucho más potente. ¿Para quién, en definitiva, estoy haciendo todo esto? ¿Qué es lo que quiero genuinamente ofrecerle al mundo, o al menos a mi pequeño rincón del mundo? ¿Qué dolor, qué frustración quiero ayudar a aliviar, o qué alegría, qué entusiasmo quiero ayudar a multiplicar en otras personas?
Cuando logro conectar de verdad con esas preguntas, con esas respuestas que vienen de un lugar más hondo, las voces de Antonieta y todos sus miedos no desaparecen por arte de magia, ojalá fuera tan fácil. Pero sí, definitivamente, bajan un poco el volumen, se vuelven un murmullo de fondo en lugar del grito ensordecedor que eran antes. Y entonces, de a poquito, el entusiasmo vuelve a ganarle terreno al miedo, aunque sea por un rato, aunque sea hasta la próxima crisis. Y me acuerdo, con una claridad que a veces me sorprende, de que esto no se trata solamente de mí, o al menos, no solo de mí y mis mambos. Se trata de crear algo que sirva, que aporte valor, que construya comunidad, que genere un espacio de contención y crecimiento.
Y bueno, ya que estamos en tren de confesiones y hablando de comunidad... sí. Tienen razón si lo estaban pensando. Estoy armando algo así. Una especie de espacio seguro y a la vez de trampolín, pensado especialmente para emprendedoras, para creadoras, para todas nosotras que alguna vez nos sentimos completamente perdidas entre mil ideas brillantes y la necesidad imperiosa de crecer, de expandirnos, pero sin perder nuestra esencia, sin dejar de ser quienes somos en el intento. Un lugar que, después de mucho darle vueltas, va a llevar un nombre que para mí lo dice todo: CRECE. Todavía está tomando forma, ajustando los últimos detalles, pero la intención, el corazón de todo esto, es esa: que sea un lugar donde podamos ser, donde podamos equivocarnos, donde podamos celebrar, donde podamos CRECER juntas.
Contárselos así, de esta manera, casi en un susurro, también me genera un poquito de ese vértigo del que les hablaba antes, no les voy a mentir. Pero siento que es parte del proceso, ¿no? De hacer las cosas a mi manera, con mis tiempos, con mi voz, incluso cuando me tiemblan un poco bastante las patas.
Navegando la incertidumbre (sin ahogarse en el intento)
Miren, no tengo ni idea de cuál es la fórmula mágica para que estos miedos y estas ansiedades desaparezcan para siempre. Si la tuviera, se las compartiría al toque, pero me parece que no existe. Lo que sí estoy aprendiendo, día a día, con mucha paciencia y bastante autocompasión (que no siempre me sale, aclaro), es a reconocer estos estados, a no pelearme tanto con ellos como hacía antes, a entender que son, mal que me pese, parte del paquete de "animarse a crear algo que de verdad te importa".
Algunas cositas que, en este camino de aprendizaje, me están ayudando (a veces sí, a veces no tanto, porque esto no es lineal, ya lo sabemos):
Escribir, siempre, siempre, escribir: Volcar todo este torbellino de emociones y pensamientos al papel (o a la pantalla, da igual) me ayuda muchísimo a verlo desde afuera, a tomar un poco de distancia, a que no se me haga una pelota indescifrable en la cabeza.
Hablarlo con alguien de confianza, alguien que sepa escuchar de verdad: Una amiga del alma, mi pareja, mi terapeuta. Alguien que me escuche sin juzgarme, sin intentar darme soluciones mágicas que no existen, y que, sobre todo, me recuerde quién soy de verdad en esos momentos en los que yo, por el cagazo, me olvido por completo.
Pasitos de bebé, chiquititos pero firmes: Cuando el miedo es muy grande, cuando siento que me paraliza, me enfoco en la acción más pequeña, más ridículamente concreta que puedo dar hoy. Una sola. A veces es mandar un mail, a veces es escribir un párrafo, a veces es simplemente respirar hondo cinco veces.
Recordar otros "miedos superados", aunque parezcan tonterías: Traer a la memoria todas las veces anteriores en las que tuve este mismo cagazo monumental y, aún así, avancé, y las cosas (buenas, malas, regulares, de todo un poco) finalmente pasaron. Sobreviví. Aprendí algo. Y acá estoy, lista para la próxima batalla (o casi).
Permitirme sentir todo el combo, sin reprimir nada: Aceptar que el miedo y el entusiasmo pueden convivir perfectamente en el mismo cuerpo, en el mismo momento. Que no tengo que "deshacerme" del miedo para poder avanzar. Puedo avanzar con miedo y todo, a los tropezones si hace falta, pero avanzar.
Un pequeño faro en la niebla (o algo así)
Si estás vos también en un proceso parecido, si estás gestando algo que te moviliza hasta la médula y te asusta a partes iguales, te abrazo muy, muy fuerte. De verdad. No estás sola en esta locura hermosa y aterradora de querer parir algo nuevo al mundo, algo que lleve tu impronta.
El miedo, aunque sea una cagada sentirlo, también es una señal. Una señal de que estás saliendo de tu zona de confort, de que te estás animando a hacer algo que de verdad te importa, que te interpela, que te mueve las estanterías. Y eso, en sí mismo, ya es un montón. Un montón.
No tengo la más remota idea de cómo va a ser este camino que estoy empezando a transitar. Pero elijo, conscientemente, transitarlo. Con el entusiasmo a flor de piel, como les decía, y con el nudo en la panza bien presente. Quizás de eso se trata la vida, al final. De bailar con las dos cosas, con la luz y con la sombra, y encontrar algún tipo de equilibrio en ese movimiento.
Gracias, de corazón, por leer mis entrañas una vez más, por bancarme en estas idas y vueltas.
Y si algo de este vértigo y esta ilusión por CRECER juntas te resuena, y querés ser de las primeras en saber más de esta comunidad que estoy armando, podés anotarte acá en la lista de espera:
Nos leemos pronto,
Mer ♡