Hay días en los que me siento lejos de mí.
Días en los que todo lo que hago parece lo ideal desde afuera, pero adentro algo se desacomoda.
Me levanto, cumplo, respondo mensajes, tacho tareas de la lista.
Básicamente cumplo con mi trabajo y con lo que otros esperan de mi.
Pero si me miro desde afuera y siento que algo no encaja. Que la que está haciendo todo eso no soy realmente yo.
A veces, ese “estar lejos” se siente como una tristeza que no tiene un nombre claro. Durante mucho tiempo lo reconocí como parte de cuadros depresivos, no demasiado graves pero presentes al fin.
Otras veces se siente como un cansancio que me aplasta (especialmente en invierno, aunque noe stoy tan clara de qué tiene que ver, tal vez el clima me apaga). Me duele el cuerpo, me cuesta arrancar el día, no tengo ganas de hablar. Me convierto en una versión mía que funciona pero no vibra.
Con los años fui aprendiendo —y todavía aprendo— que volver a mí es posible.
No es un botón mágico ni una solución definitiva. Pero hay pequeños gestos, rituales, decisiones, que me ayudan a reencontrarme con esa versión de mí que es más auténtica, más presente. Esa que no está a merced del afuera, sino conectada con lo que realmente importa.
Acá va mi guía de regreso. Cinco pasos, no siempre en orden, no siempre posibles, pero siempre honestos.
——♡♡♡♡♡——
1. Reconocer la distancia
El primer paso es admitir que estas perdida, al menos un poco. Que te fui alejando de vos (o de tu versión más auténtica) sin darme cuenta.
Para mi funciona así: A veces me doy cuenta porque me agoto con facilidad. O porque siento que nada me entusiasma. O porque empiezo a tomar decisiones sólo para cumplir, no porque las quiera de verdad.
El primer paso para vos es identificar cómo se siente cuandoe estás desconectada. Reconocerlo no es fácil, pero es necesario. Porque no se puede volver a un lugar si no sabés que te fuiste.
——♡♡♡♡♡——
2. Crear silencio
El ruido del afuera —redes sociales, exigencias, comparaciones, deber ser— se mete tanto en la cabeza que ya no sabés qué pensás vos y qué pensás porque otros lo piensan.
Para volver a mí necesito silencio. Obvio que esto no quiere decir que vos necesites lo mismo, pero yo creo que ayuda. No escuchar los ruidos externos te va a ayudar a escucharte mejor a vos mismx.
A veces literal: apagar el teléfono, dejar de consumir, no responder mensajes. Otras veces, el silencio es simbólico: no justificarme, no explicarme, no correr a “hacer”.
El silencio es incómodo al principio, pero ahí es donde me vuelvo a escuchar.
——♡♡♡♡♡——
3. Volver al cuerpo
Mi cuerpo es el primero en avisarme que algo no anda bien. Me duelen las cervicales. Me pesa la espalda. Me siento sin energía.
Por eso, cuando quiero volver, empiezo por ahí. Por escuchar mi cuerpo que me está diciendo lo que quiero a gritos. ¿Vos que tan seguido escuchas tu cuerpo? Ahora mismo, ¿sentís algún dolor que tenés normalizado? Estoy casi segura que te duelen las lumbares, ¿te das cuenta o lo estás ignorando?
Volver a tu cuerpo no tiene que ser con grandes actos, puede ser con pequeños movimientos: hacer yoga, estirarme, salir a caminar, respirar profundo son “boludeces” que a mi me ayudan mucho a conectar con mi presente.
No siempre lo hago, pero cuando lo hago, lo noto. Me siento un poco más en mí. Más adentro que afuera.
——♡♡♡♡♡——
4. Sostener rituales de conexión
Hay cosas que me devuelven a mí sin que me dé cuenta.
Leer un libro que me atraviese. Escribir aunque no sepa qué quiero decir. Meter las manos en la tierra, hacer cerámica, cuidar plantas. Cocinar algo lento. Ir a un museo. Quedarme mirando una obra hasta que me conmueva.
Todos esos gestos —simples, cotidianos— me traen de vuelta. Me recuerdan lo que me gusta. Lo que soy. Lo que me importa. No tienen un fin “productivo”. Solo existen para recordarme que estoy viva.
¿Qué te hace sentir viva?
——♡♡♡♡♡——
5. No desesperar
Volver a una misma no siempre es rápido. A veces tardo días. A veces semanas.
Me desespero, claro. Pero aprendí que no sirve empujarme. Que cuanto más me exijo volver, más lejos me siento.
Volver a mí no es una meta.
Es un proceso. Es como cuando abrís las ventanas después de un día de encierro. Al principio te da frío, pero después entra aire fresco. A veces hay que esperar un rato para que eso pase.
Así que mi mensaje es que no desesperes. No desesperar también es un acto de amor.
——♡♡♡♡♡——
Volver a vos no es egoísta. Priorizarte no es un lujo. Es lo que necesitás para poder crear, vincularte, decidir. Para que todo lo que hagas tenga raíz. Así que si hoy te sentís lejos, te abrazo. Y te invito a hacer aunque sea una cosa —una sola— que te acerque un poco más.
Nos leemos pronto.
Mer